
Cambio
SOCIALIZAR, RESOCIALIZAR, METASOCIALIZAR
Cuando nacemos, y hasta cierta edad, el referente familiar es decisivo en la manera como percibimos, observamos y actuamos-vivimos, y es tan importante porque todo lo que ocurre en ese tiempo incorpora una fuerte carga afectiva, y de esta forma lo que interiorizamos y hacemos nuestro (pensamientos, valores, afectos, perspectivas, seguridades/inseguridades, temores, fantasmas, miedos, expectativas, deseos, esquemas orientadores, marcos de sentido…y prácticas) queda fijado de manera consistente.
En este contexto familiar, enseguida acompañado por el escolar y en la convivencia con los iguales (amiguitos), ocurre la socialización primaria.
Con posterioridad se va viendo que el mundo no se reduce a lo que llaman y viven como mundo los padres, hermanos, amiguitos y primeros profesores. Cada cual, según su trayectoria biográfica (sucesivas estructuraciones –Maturana-), se incorpora a nuevos grupos, ambientes y espacios de socialización (pandilla, club, asociación, universidad, trabajo, pareja, deporte, lectura, viajes….centro de día), y va ampliando, modificando, matizando, cambiando, olvidando…aprendiendo de nuevo, viviendo o muriendo, hasta finalmente morir.
En cada cambio, modificación, aprendizaje, se puede observar el rastro, el eco, el teñido, de aquello que fue adquirido en la socialización primaria, precisamente por la fuerte carga afectiva que impregnó todo lo sucedido/aprendido entonces. Esto lo vemos, por ejemplo, en la comida; la forma en que aprendimos y practicamos sobre el comer en los primeros años de vida marca una directriz importante que perdura, normalmente, toda la vida; los sabores, los olores, las texturas, las preferencias. Salvo anomalías orgánicas excepcionales, el estar gordo o delgado tiene que ver bastante con quienes fuimos, quienes somos y quienes aspiramos a ser.
En aquella socialización primaria incorporamos la obediencia a los padres (autoridad), a las instituciones, normas, valores y costumbres (cultura), y a todo cuanto nos dictaba el ambiente/entorno y el tiempo en que crecimos (contexto histórico). La socialización primaria nos dice como es el mundo que habitamos, cuales son las leyes que lo rigen, y qué es apropiado hacer para transitar ese mundo sin grandes inconvenientes y con el máximo bienestar, acorde con el statu quo imperante en nuestro ecosistema vital. Un aprendizaje, por cierto, que trata de cumplir la misma función que en lo estrictamente biológico hacen el sistema inmunológico o las emociones; facilitar que la vida se lo más larga posible y en las condiciones optimas.
Cuando vamos creciendo nos encontramos con otros mundos, o va cambiando el que reconocíamos como nuestro. Nuestro propio vivir (observar, sentir, pensar, hacer) nos plantea nuevas situaciones para las que a veces no ayuda lo aprendido o no es suficiente (cuando enfermamos, cambiamos de lugar, de relaciones, de trabajo, cambian o desaparecen los conocidos…), o comenzamos a observar, a veces apenas intuir, que nuestro mundo de siempre es limitante o un obstáculo para seguir viviendo con bienestar, acorde con nuevas necesidades, expectativas, deseos. En esta tesitura caben tres posibilidades: No hacer nada (dejarse morir), inhibirse (remar hacía atrás) y seguir anclado a los primeros aprendizajes, o hacer nuevos aprendizajes, ya sea mediante nuevas socializaciones, por re-socialización o por meta-socialización.
Los procesos de resocialización significan dar una nueva vuelta de tuerca a las socializaciones anteriores, fundamentalmente en torno al eje de obediencia a las autoridades y leyes que en la sociedad internalizada (que hemos hecho nuestra) son consideradas adecuadas para sus integrantes. Así, se crean instituciones especializadas para (supuestamente) re-socializar a menores (internados y centros especiales), a delincuentes (cárceles), o locos (manicomios y asimilados)
El caso extremo y paradigmático de re-socialización es el proceso de adoctrinamiento que ocurre al ingresar en una secta, o al practicar un lavado de cerebro (véase la película de Kubrick: La naranja mecánica)
Y ocurre que los procesos de re-socialización, desde los más perversos y extremos, como los casos señalados anteriormente, hasta los más bienintencionados y aparentemente inocentes, como ocurre, por ejemplo, con las experiencias de Educación para la Salud que se realizan habitualmente en Centros de Salud, u otras instancias socio-sanitarias o cívicas, tal como con los denominados grupos de riesgo; obesos, diabéticos, hipertensos, etc., todos estos procesos de re-socialización suelen tener, en términos sistémicos, una organización común (las partes, su funcionalidad y las relaciones entre ellas), y para cada proceso en particular estructuras muy semejantes (modos específicos de configurar su organización).
Lo vemos en cualquier actividad típica de Educación para la Salud; en quienes son los actores, cuáles son los roles que desempeñan y las relaciones que se establecen entre ellos. Los actores se resumen en dos tipos: Hay alguien, supuestamente dotado de un saber (autoridad acreditada por algún titulo, experto…), que se encargará de trasmitirlo a otro alguien, supuestamente ignorante (niño, joven rebelde, enfermo, anciano). Un saber que, según el experto, el ignorante necesita para funcionar mejor (trabajar, sanar, vivir…). En realidad se trata de promover y realizar procesos de inyección (a presión) de ese saber sobre el ignorante, al que sólo le quedan dos opciones: bien el papel receptivo-pasivo, o el de rebeldía-resistencia.
En los procesos de meta-socialización se pretende otra cosa. Lo que se promueve y ayuda a realizar son procesos de reflexión crítica/autocrítica y de toma de conciencia, y en ellos el individuo deberá adoptar el rol de sujeto activo, y el experto/autoridad el de referente y asesor del proceso (encuadre, técnicas y dinámica, y promover la construcción de una exoducción –salida hacia adelante-). En suma, en la meta-socialización se pretenden procesos en cuyo desarrollo, paulatino y dialéctico, el sujeto puede aprender a reflexionar junto con otros en su misma situación (otros obesos, diabéticos, crónicos diversos…), con el acompañamiento-apoyo del experto. Procesos en los que rememora, analiza, interpreta y reflexiona sobre sus socializaciones previas; sobre lo que estas significan y cuanto y en que modo explican su situación actual, y lo que le aportan o dificultan al respecto, buscando en todo caso entender, comprender y aumentar la conciencia sobre el qué, el por qué, y el para qué de sus circunstancias, síntomas, conflictos, comportamientos, etc.
Se trata de entender mejor los nudos o dificultades que sus saberes y prácticas históricas le ocasionan ahora, entender mejor las motivaciones y deseos surgidos en los cambios de su proceso vital, y conocer las nuevas circunstancias para las que el saber y hacer habituales no resultan ya satisfactorias. En definitiva, un proceso para entender y comprender mejor su devenir, su vivir (sentir, pensar, hacer), y con el que apuntar opciones nuevas del porvenir.
Este proceder facilitará elevarse sobre su propia experiencia cotidiana y rutinaria, tomar distancia de sí, desapegarse del sí mismo y de los objetos significativos, en vez de aferrarse, y poder comprender mejor qué le pasa, por qué y para qué, y desde este nuevo saber, que la reflexión junto con iguales le proporcionará, podrá aprender y poner en práctica nuevas cosas, incluyendo el desaprender cosas aprendidas y que ahora se observan como limitantes o inútiles. La nueva socialización tendría entonces bastante de proceso de metabolización consciente de las anteriores socializaciones, particularmente de las primarias, y de posibilidad de innovación y creación de otra practica de vida, siendo protagonista activo y reflexivo.
En la meta-socialización no se busca la inyección (a presión) de algo sobre alguien, sino la introyección (por asunción) de algo por parte de alguien que aprende junto a otros de forma reflexiva, crítica, y colaborativa, construyendo un nuevo saber que se plasme en su hacer.
Todo lo que aprendemos en nuestra vida puede ir, en resumidas cuentas, en dos direcciones; hacía la alienación (y sucesivas re-alienaciones), o hacia la concienciación (y sucesivas meta-concienciaciones). Esto es, hacía la demencia o hacía la sabiduría.
Pasada la juventud y primeras etapas de adulto, es frecuente encontrarse en encrucijadas, sin tener claro qué camino coger, en donde es necesario revisar, reestructurar o cambiar nuestras socializaciones previas. Y en estos puntos conviene tener claro a donde nos pueden llevar las alternativas disponibles: las re-socializaciones nos conducen y afianzan en la alienación, lo que para un sistema abierto (el humano) no es sino entropía, desorganización y muerte, mientras las meta-socializaciones nos posibilitan aumentar la conciencia, aportando al sistema neguentropia; nuevo equilibrio, vida, Salud.
La alienación es represora, pesada, embrutece y deshumaniza,… y por eso engorda y enferma. En cambio la conciencia libera. Es ligera, delicada, y nos humaniza, y por esto ayuda a conseguir el peso que promueve la Salud. El peso de andar ligero de equipaje.
Sobre alienación versus concienciación, consultar Erich Fromm: Las cadenas de la ilusión
Los profesionales empeñados con su mejor voluntad en promover la salud deberían reflexionar sobre su bagaje teórico y metodológico, y sobre su operar técnico, y reestructurar gran parte de sus marcos de sentido (1), sus enfoques y sus prácticas, encaminadas las más de las veces, tanto en acciones grupales como individualizadas, a sermonear con discursos re-socializadores. Sermones ineficaces que tienen dobles consecuencias: por un lado aburrir a quienes se les dirigen, configurando en estos una cierta reactancia comunicacional que provoca que los mensajes les reboten, y por otro lado, ante los magros resultados logrados con esta estrategia, conseguir cuotas crecientes de frustración profesional.
Estos profesionales que se plantean hacer promoción de la salud deberían superar y trascender el clásico método de comunicación persuasiva al que suele reducirse su caja de herramientas (Foucault), y acometer un profunda revisión y renovación de su matriz paradigmática (2), entendida esta como el conjunto de teorías, conceptos, métodos y técnicas de las que servirse, según cada caso concreto, para diseñar sus intervenciones.
Entre sus propósitos declarados está conseguir algún cambio en aquellas personas a las que tratan de ayudar (en la forma de comer, hacer ejercicio, cuidarse…), y deberían preguntarse: ¿Cómo cambian las personas?
¿Qué teorías del cambio se consideran? Cuando no se hacen estas u otras preguntas similares, suele operar la teoría implícita de que el cambio ocurrirá por sugestión o persuasión, de forma que la autoridad sanitaria le dictará al paciente lo que la evidencia científica prescribe que se le diga para su caso, y que este tomará buena nota y lo hará tal cual. Sospechando que si no ocurre así fue porque no se explicó bien, no se entendió, o la persona es irresponsable.
Está teoría implícita sobre cómo ocurren los cambios está lejos de resultar satisfactoria. Basta indagar en algunos planteamientos de autores como Watzlawick (3), Lakoff (1), Peter Senge (4) para empezar a sospechar que los cambios de actitud, y sobre todo de conductas (y más en grupos u organizaciones), son complejos y tortuosos, por lo que hay que dotarse de mayor bagaje para poder influir y ayudar a otros a emprender y desarrollar procesos de cambio.
(1) George Lakoff. No pienses en un elefante. Edit. Deusto
(2) T.S. Kuhn. La estructura de las revoluciones científicas. Edit. Siglo XXI
(3) P. Watzlawick. Teoría de la Comunicación Humana. Edit. Herder
(4) P. Senge. La quinta disciplina
Este bagaje, entre tantas cosas, debería entender cómo ocurre y en qué consiste realmente el fenómeno de la comunicación humana.
¿Qué teorías explicitas sobre la Comunicación tenemos en cuenta? Hay que entender que el esquema simple y lineal de que la comunicación consiste en la transmisión de información es insuficiente, entre otras cosas porque esa transmisión no es lo decisivo, y en sentido estricto (neurobiológico) es imposible. Hay que entender que lo que se puede lograr es estar en comunicación (coordinar consensuadamente conductas para un hacer conjunto), pero no propiamente transmitir algo, y hay que entender que estar en comunicación puede hacerse cuando se está en un co-emocionar, y cuando el que trata de comunicar con otro dice/hace en función de su intento de compartir y en función del escuchar del otro. Y entender el papel que en nuestro espacio mental juegan las emociones y sentimientos a la hora de realizar conductas adaptativas con las que lograr el acoplamiento estructural óptimo al ambiente con el que estamos en relación. Y esto a fin de conseguir supervivencia y bienestar. Basta acercarse a los textos de Maturana (5), Watlawick (3) o Damasio (6) para comprender cuan complejo e intrincado es el mundo de la comunicación humana.
Cambiar para hacer algo nuevo, distinto, requiere un nuevo aprendizaje.
¿Qué teorías sobre el aprendizaje contempla el promotor de salud? En la inmensa mayoría de enseñantes/docentes, lo que incluye a quienes hacen educación para la salud, persiste una teoría positivista del aprendizaje. Sobre todo como teoría en uso (de lo que se hace empíricamente), pues como dice Argyris (7) otra cosa es la teoría aceptada (lo que se dice que se hace). En la práctica concreta, es como si Piaget, Vygotski, Bandura o Ausubel no hubieran existido y nada hubieran dicho sobre cómo ocurre el proceso de aprendizaje.
El aprendizaje resulta como precipitado de los procesos de socialización, a través de los cuales se da la construcción social de la realidad, sobre lo que han escrito maravillas Berger y Luckmann (8). Y cuanto se aprende en tales procesos se expresa en el hacer, amparándose y manteniendo como referentes ciertos constructos teóricos: marcos de sentido, esquemas de orientación, o los que, junto con Moscovici y su escuela (9), llamamos representaciones sociales.
En esos aprendizajes el camino que se recorre se hace a través de procesos relacionales en los que media como excipiente la comunicación ya referida, y con ella intervienen decisivamente las emociones, para cuyo entendimiento la lectura de Maturana, Damasio o LeDoux (10) puede ser una gran ayuda. Y con las emociones y comunicación puestas en juego se consigue que haya influencias mutuas de los implicados a partir de la interacción simbólica, sobre cuya teorización es conveniente leer lo escrito por Blumer (11).
Todos estos campos teóricos dan luz sobre algunas dimensiones, facetas, interacciones, procesos y resultados que intervienen en la gestación del cambio. Pero no se trata de un agregado de conceptos teóricos, sino de una red de conceptos teóricos que articulan un contexto teórico, que es más que la suma de todos ellos juntos, pues de él surgen cualidades emergentes que se pueden comprender, en su complementariedad y sinergia explicativa, si se leen las aportaciones de Edgar Morin (12) formulada en su Teoría de la Complejidad.
Si hay que hablar de un cambio por antonomasia, elijamos hablar del cambio de percepción, concepción y uso que hay que lograr respecto a la teoría, pues por lo general la escolarización, desde primaria hasta postgrado, adoleció y adolece de cierta ignorancia, cuando no desprecio, sobre el valor de la teoría. Como recordaba Jesús Ibañez (13): La teoría sin práctica es estéril, y la práctica sin teoría es ciega.
Quienes trabajen en cualquier cosa, y más cuanto más compleja sea la realidad con la que tratan, y en esto la complejidad implicada en los cambios humanos es de las mayores, tienen que dotarse de una potente matriz paradigmática. Su caja de herramientas, en los términos que refiere Foucault, debe contener todo tipo de teorías, métodos y técnicas.