
Proceso de Cambio
Procesos de cambio. Determinantes y dinámica.
Los cambios representan un esfuerzo emocional, intelectual, de voluntad, a veces muscular, y hasta neurológico, y quizá por ello aparecen diversas trabas, obstáculos o resistencias, que además no son siempre conscientes. A efectos analíticos, y aunque sea de manera un poco ortopédica, forzada, veamos qué ingredientes y momentos pueden intervenir y articular un proceso tipo de cambio. Y con ello intuir la complejidad que supone cualquier intento de cambio, y las múltiples ocasiones en que tal proceso puede malograrse.


El caer en la cuenta de que hay que hacer cambios puede suceder en un encuentro consigo mismo, en algún momento autorreflexivo, y lo más corriente es que suceda en algún encuentro con los otros, sea con el sanitario del centro de salud, o con los integrantes de un equipo de trabajo del que se forma parte. Pero sucede a menudo que, aunque se constate la necesidad de cambiar y se decida hacerlo, luego nos sorprendemos repitiendo y repitiendo lo mismo de siempre (se sigue comiendo igual o se siguen haciendo las reuniones de la misma manera frustrante), sin que haya ningún tipo de cambio efectivo.
Hay dos dichos de Einstein que vienen al pelo y pueden darnos pistas respecto a la cuestión:
“Si haces lo mismo, no puedes esperar que ocurra algo distinto”
“No podemos resolver problemas empleando el mismo modo de pensar que usamos cuando los creamos”
Cambiar implica alcanzar otro sentir, percibir, ver, distinguir, pensar o categorizar, y consecuentemente otro modo de hacer las cosas.
En definitiva, lograr hacer algo distinto de lo que se venía haciendo. Para que haya cambio efectivo tiene que haber algún (proceso de) aprendizaje y nuevas prácticas.
Se insiste. Sobre el aprendizaje al que nos referimos, conviene consultar en Piaget, Vygotski, Bruner, Bandura, Ausubel.
Aprender algo nuevo de manera efectiva, actuante, pragmática, equivale a comprometerse en la práctica operativa, en el hacer práctico distinto con ese algo nuevo aprendido. Se aprende otra forma de comer cuando efectivamente se come de otra forma, distinta al comer previo.
En el plano neurológico supone que la memoria de lo nuevo no queda en el hipocampo (memoria de trabajo) pasando a instalarse en la corteza cerebral (memoria a largo plazo).
Ver en Youtube: Hernan Aldana https://www.youtube.com/watch?v=OAk65vP1WXA
Aprender no es memorizar, sino un proceso que supone e implica un compromiso nuevo en el hacer, y se termina de aprender cuando se pone en práctica lo aprendido. Se ha aprendido a nadar cuando se nada, y se ha aprendido la forma de hacer reuniones satisfactorias cuando así se hacen según los participantes.
¿Cuándo se logra ese compromiso en el hacer que es el aprender, sobre todo cuándo se aprende con otros a través de encuentros sucesivos? Cuando se ha logrado estar en comunicación. Esto es, cuando se ha logrado establecer una comunicación efectiva, consistente en coordinar las conductas, el hacer, de quienes establecen la comunicación. En este sentido se está en comunicación cuando hay un coemocionar, cuando se está en la misma emoción. Se está en comunicación cuando quienes están en relación se implican en un hacer común. Cuando, como dice Maturana, hay coordinación consensuada de conductas. Cuando conjuntamente se determina hacer propia y efectiva la tarea de concretar y coordinar un hacer común, cuando se dice (y hace): Hagamos esto o aquello, de esta o aquella manera.

Veamos. El paciente necesita las indicaciones del profesional sanitario porque le atribuye un saber del que él carece, piensa en su buen hacer y en que le puede ayudar. Y el sanitario necesita que el paciente escuche, entienda, evalúe positivamente y haga suyas las indicaciones que le da, y que llegue a ponerlas en práctica.
El sanitario lo necesita porque en ello se juega su propio experimentar éxito psicológico con lo que hace, y así satisfacer sus necesidades de autorrealización: pudiendo desplegar sus capacidades y saberes, sintiéndose competente y confirmado por el reconocimiento del paciente y colegas, y así afianzar/aumentar su autoestima, autoimagen y su práctica. En el encuentro ambos tienen intereses en que el encuentro resulte fructífero, y ello depende de ambos, de que lleguen a estar en comunicación y de que aprendan algo nuevo juntos. El paciente a comer de otra manera y el sanitario en su praxis, al conseguir tener éxito profesional con quienes han de cambiar en la forma de comer y acuden a él solicitando o en expectativa de obtener ayuda. Si en el encuentro el sanitario se limita a dictar al paciente lo que debe hacer con su comer, es difícil que lleguen a estar en la misma emoción, que lleguen a estar en comunicación, que aprendan, porque no llegarán a comprometerse, a aprender juntos, en relación con ese nuevo comer enunciado por el sanitario. El sanitario repetirá una y otra vez la misma letanía, ante el mismo tipo de paciente, con el mismo magro resultado, y el paciente quizá oiga pero no escuche, ni elabore, ni integre. Seguirá comiendo como siempre. Ni para uno ni para otro habrá aprendizaje, ni cambio. Sólo repetición, rutina, y entonces estarán, con perjuicio mutuo, en la misma emoción y mismo resultado; aburrimiento y frustración. Aquí sólo un incipiente señalamiento metodológico para el ejemplo sanitario-paciente. Es muy probable que el método de dar indicaciones individualizadas en el espacio consulta, por el sentido que cobran para quién escucha, en tanto el sentido lo da el contexto y no el texto del mensaje, no sea un método muy apropiado. Habría que pensar en cambiar de espacio (salita de grupos), con formatos didácticos grupales, en procesos más dialécticos y constructivos (talleres, seminarios, grupos de aprendizaje colaborativo), para que se maximicen las posibilidades de estar en comunicación, de que haya aprendizaje y de que ocurra cambio efectivo. ¿Qué tiene que darse para que en el encuentro llegue a haber coordinación consensuada de conductas, coemocionar, y se consiga estar en comunicación? Tiene que haber participación. Los participes han de sentirse y ser actores protagonistas de lo que en su encuentro importa (sea la forma de comer o la de hacer las reuniones). Actores activos que se digan mutuamente: ¡Algo hay que hacer, que cambiar, porque esto no puede seguir como siempre! Ambos se movilizan al decidir ponerse en marcha en un proceso de aprender y hacer conjuntamente. Se comprometen Y ¿cuándo es posible esa participación? Sencillamente, cuando hay interacción. La interacción no se trata de un mero intercambio mecánico, requiere un intercambio en común, reflexivo y simbólico (de percepciones, opiniones, valoraciones, saberes, experiencias), de tal forma que se pueda dar una influencia mutua. Un intercambio que ocurra en una disposición emocional de respeto mutuo. Idealmente un intercambio de tipo conversación al modo que dice Maturana: (usar el lenguaje en una emoción de respeto, en la que cada parte considera a la otra igualmente legítima para decir, opinar, valorar o sugerir -sin que ello deje de ser así porque alguno esté en algún error, que ya se verá y considerará/corregirá) La interacción de la que aquí se habla, en lo que tiene de influencia mutua, permite poner sobre la mesa, y llegar a conocer mutuamente, todo aquello que importa a ambas partes. Hace posible tomar conciencia de donde se está de partida y qué es lo que importa de verdad (informaciones, dudas, expectativas, miedos, intereses…) en relación con el objeto del encuentro (sea la comida o las reuniones). En esa interacción siempre hay por medio actos lingüísticos; pedidos, ofertas, promesas, juicios, declaraciones. Si se tratara de un primer encuentro, o bien de un encuentro sucesivo, pero en el que se plantea algo por primera vez (cambiar el modo de comer, la forma de reunirse) gran parte de las posibilidades de entrar en una interacción eficaz, dependerán del clima emocional del encuentro. Las emociones que surjan de partida, o el emocionar que vaya tramándose en el desarrollo del encuentro (con/en el fluir de una a otra emoción) harán viable la interacción efectiva, la dificultarán o incluso la bloquearán. El proceso de cambio puede bloquearse en su arranque porque el emocionar sea de indiferencia, sea anodino, neutro. O puede dar lugar a procesos de cambio que variarán en su resultado según que ese emocionar inicial sea respetuoso o todo lo contrario. Para que resulte un buen proceso de cambio es preciso partir de un encuentro donde el clima emocional sea respetuoso Esas emociones/emocionar inicial marcará el tipo y grados de sensibilización respecto al objeto del encuentro. Se incrementará o atenuará la influencia y posibilidades para percibir valor o importancia respecto a tal objeto. Si el encuentro sanitario-paciente arranca con confianza o desconfianza, respeto mutuo o no, la sensibilización con respecto a las indicaciones y referencias sobre el cambiar en el comer tendrá muy distinto recorrido. Quien inicia la jugada del encuentro en el que se plantea aquello sobre lo que se pretende lograr un cambio, camina sobre una cuerda tendida en un abismo que sólo podrá salvar exitosamente, en principio, si hace su planteamiento de un modo y en un contexto que genere emociones favorables para que el encuentro tenga ocasión de arrancar con buen pie (emocional). Después siempre hay posibilidades de descarrilar, rectificar, replantear…, pero malo es que no arranque bien o lo haga en falso. Exponiéndolo sintéticamente y en sentido inverso a la lógica de pasos de la exposición anterior, puede decirse que para un encuentro (o proceso de sucesivos encuentros) que pretenda algún cambio es fundamental que se parta de una buena base, y que esta es de carácter emocional. Que según arranque y se establezca el clima emocional, la interacción y toma de conciencia sobre el objeto del encuentro puede ser mayor o menor, lo cual afectaría a que la participación, movilización y compromiso de los actores implicados sea mayor o menor, real o fingida. De tal forma que si la participación es verdadera y densa hay mayores posibilidades de llegar a estar en comunicación e implicarse en hacer juntos algo concreto. Y cuando esto es así es más probable el aprendizaje comprometido, y con él lograr nuevas prácticas relativas al cambio propuesto. Estas exposiciones, tanto la inicial y extensa, como la última, sintética y proponiendo los pasos a la inversa, aparecen como lineales, cuando en realidad son pasos que se articulan conformando un sistema autorreferencial, recursivo, circular. Un sistema en el que toda variable/paso está influido, más o menos, por todo los demás, y donde la circularidad, si hay aprendizaje y cambio en el desarrollo del primer encuentro, tendrá una expansión para los siguientes encuentros que permitirá una evolución y desarrollo en espiral, tal como se intenta mostrar en el siguiente gráfico. Gráfico que hay que imaginar en movimiento, desarrollando una cierta dinámica en la que no faltarían obstáculos, interrupciones, retrasos y cuellos de botella de algún paso a otro. Gráfico que dibuja un modelo de proceso de cambio desde la perspectiva de la complejidad, articulando un sistema caórdico (que incluye al tiempo caos y orden); complejo y dinámico, de conexiones entre elementos que forman un todo unificado, cuyo comportamiento es simultáneamente impredecible (caótico) y organizado (ordenado). Tal como sucede en el vivir.
