Texto y contexto

La vida de las personas tiene sentido si se explica en su contexto, de lo contrario es difícil que usted entienda nada. 

                                                                                                                                             «Dime quién soy» (2010), Julia Navarro

Cuanto más equivoco, polisémico o conflictivo sea el texto de un mensaje, más necesario será anteponer el contexto de ese texto. Ayudará a interpretar el significado preciso de lo que se dice y, sobre todo, que es lo decisivo, su sentido. El significado es más abstracto y puede tener múltiples acepciones en tanto que el sentido enmarca y concreta la significación, asegurando con mayor probabilidad llegar a entenderse al estar hablando de lo mismo y con parecida intención.

Cuando esto no se tiene en cuenta es frecuente que el mensaje sea pasto de interpretaciones, siempre sesgadas, interesadas o cosas peores, aunque no haya mala fe por parte de nadie. Simplemente se dificulta la buena y efectiva comunicación.

El ministro Garzón, titular de Consumo, se arrancó 2022 declarando en una entrevista a The Guardian que la carne de las macrogranjas resulta de peor calidad que la de pequeñas explotaciones y, naturalmente, se lio una buena con mucha gente en danza: algunos medios, determinada oposición, asociaciones de empresarios y políticos de las Autonomías con densidad de ese tipo de explotaciones ganaderas, tanto gobernadas por unos como otros.

Desde el punto de vista científico, incluso desde el sentido común, no parece que haya mucho que discutir sobre el fundamento de su afirmación. En España y en cualquier otro sitio, aunque se trate de países con legislaciones y opinión pública más exigente. Pero, ¿a quién, de cuantos montaban follón, le importan los fundamentos científicos habiendo por medio pingües beneficios electorales?

A nivel pragmático, el mensaje del ministro (lo que hacía lo que decía) ponía en bandeja sacar interpretaciones a la carta, para todos los gustos e intenciones y de paso para facilitar confundir, desorientar y enfrentar al público. Él solito, a falta de una buena contextualización en lo que respondía al entrevistador y después seguía diciendo por los medios, se metía en el charco que otros aprovecharon para chapotear a gusto. Todo texto peligroso, frecuente en boca de políticos, necesita un buen contexto. Si no hay tiempo se busca y si te piden que contestes con un titular respondes que eso es pedir que no contestes. Los periodistas también tienen que aprender a preguntar y a escuchar el sentido de las cosas y dejarse de la cosa tonta y nada profesional de que le den un titular. Que pregunten cosas relevantes, que escuchen que les están diciendo en sustancia y que después monten ellos el titular.

Este ejemplo, tan común y ruidoso en la escena política, pasa más desapercibido en otros ámbitos, sea familiar o laboral, por ejemplo. Pero los efectos son iguales, en cualquier caso. Así, en este mundo de prisas y falsas eficiencias en que se habita en las Organizaciones, las prácticas comunicativas, que no debieran perseguir otra cosa que generar buen clima y coordinación para hacer juntos eficaz y satisfactoriamente, con demasiada frecuencia se pespuntean con mensajes de poco texto y menos contexto. Lógicamente la mala comunicación y la pésima coordinación prosperan a sus anchas haciendo que surja un sistema socioecoafectivo ineficaz y frustrante para todos en el que no puede prosperar la confianza y la colaboración. Mal asunto