Tirar historias

Era una casa sin mucho adorno ni que siguiera modas o estilos, pero con algunos estantes llenos de objetos, tan variados y dispuestos de forma tan singular que algún experto podría llegar a decir que se trataba de la casa de un ecléctico purista. Estas son las cosas que pueden llegar a decir algunos expertos.
Siempre había voluntarios, mayormente voluntarias, que animaban y proponían, con variados argumentos y muy buena voluntad, hacer cambios para hacer mejoras y darle un estilo más definido. A veces se centraban en las paredes; en que eliminando el gotelé y pintando con un blanco roto con tonos de gris se le daría una luz distinta, discreta y elegante a la vez. Otra sugerencia ponía el acento en las ventanas, de forma que si el ancho pasara de 85 a 120 cm y la distancia al suelo de 110 a 90 cm ganaría mucha luz y las habitaciones ganarían amplitud, además de poder ver el jardín sentados.
No faltaban ideas para las estanterías; las pequeñas colgarlas dejando un margen de 80 cm. hasta el suelo. Las de tableros más anchos utilizarlas organizando apuntes y ediciones encanutilladas bien clasificadas dentro de archivadores de colores suaves, creando así una atmosfera alegre y a la vez tranquila, con el orden y rigurosidad apropiado para la función de estudio y creatividad en que se emplearían los contenidos.

También había sugerencias para la estructura. Por ejemplo, superando la simpleza de una sola planta, sin intimidad en caso de invitados. Mucho mejor dos plantas.
Todas las sugerencias y propuestas, refiriendo todas las variaciones posibles, coincidían generalmente en una recomendación maestra consistente en eliminar muchos de los objetos a la vista. Bien guardándolos en cajas o armaritos, ya que en muchos había espacio suficiente, trasladándolos a la caseta de herramientas o sencillamente eliminándolos en algún punto limpio.
Después de tanto esforzarse en mejorar y embellecer, procurando ganar en estilo, sin saberlo daban el golpe de gracia a la casa. Cada objeto tenía detrás una historia y al tenerlos a la vista se contemplaba un mapa de historias que entretejían la memoria de una vida. Se les disculpaba porque en realidad no sabían lo que hacían.
Afortunadamente una nieta, bien espabilada y de apenas 7 años, que siempre andaba revoloteando y revolviendo en los estantes, seguramente a la búsqueda de algún tesoro inimaginable para los demás, un buen día se plantó y con gesto muy solemne, que ya indicaba que iba a decir algo importante, dijo: Abuelo, me gusta tu casa.
Argumento definitivo para mantenerla con pocos cambios y sin tirar nada.