Transparencia, quiebre, anomalía, inquietud y compromisos

En la vida, en el fluir vital en cualquiera de los dominios/espacios que nos desenvolvemos habitualmente (familiar, amistoso, de vecindad, amoroso…laboral) nos desempeñamos, actuamos, sin reparar demasiado en lo que decimos/hacemos; subir escaleras, pasear, hablar, preguntar…, suele hacerse con cierto automatismo. Estamos instalados en un espacio de transparencia, sin reparar en las cosas que intervienen en ese fluir vital. Existimos en modo piloto automático.
En un momento dado un dato, unas palabras, un gesto, un suceso, interrumpe esa transparencia y caemos en la cuenta de que esa interrupción tiene una determinada significación para nosotros en virtud de la cual emitimos un juicio (positivo o negativo) en tanto que observadores. Ese juicio construye un quiebre.
Cuando el quiebre tiene suficiente entidad para nosotros, es significativo, y decidimos que no puede seguir existiendo sin más, sin que hagamos nada para afrontarlo y volver a la situación de transparencia, al quiebre le damos mayor categoría y lo constituimos en anomalía.
Tanto los quiebres con menor entidad, como las anomalías de mayor relevancia tienen en común el hacer emerger la inquietud (emoción de la familia miedo: tensión, angustia, ansiedad). Inquietud de que debemos ocuparnos de esos quiebres o anomalías por lo que nos conciernen e incumben.
El no hacerse cargo de la inquietud generada por quiebres y anomalías tiene grandes costes. Puede concluir en irresponsabilidad, para con nosotros o con los demás, al no hacerse cargo de las consecuencias de no hacer nada para disolver o paliar la inquietud. También puede derivar en culpa y pesar por no hacer lo que debiera hacerse.
En tanto que la inquietud no afrontada con éxito promueva ansiedades/malestar, puede dar lugar a patologías más o menos visibles o a represión (olvidar y olvidar que se ha olvidado para apaciguar la ansiedad) que actuaran inconscientemente generando malestar.
Hacerse o no cargo de las inquietudes en la mayoría de los casos depende de conversaciones que se tienen consigo mismo o con otros, y el éxito de hacerse cargo suele ser función del tipo de diseño y realización de esas conversaciones. Conversaciones para la acción y no tanto conversaciones sobre juicios.
Las conversaciones para abordar las inquietudes dan lugar a compromisos concretos (cuando son conversaciones para la acción) con los que hacernos cargo de aquello que nos concierne/incumbe señalado por la inquietud. Compromisos con nosotros mismos o con los otros, de cuyo cumplimiento impecable depende la resolución de la inquietud, dando paso nuevamente a la situación de transparencia.