La ofensiva había resultado un éxito completo; habían ametrallado en sus propias trincheras a los veintisiete militares rusos que las ocupaban, sin posibilidad de respuesta por el factor sorpresa ejecutado a la perfección en plena madrugada.

El frente sur de Zaporiyia estaba siendo un infierno que recordaba más la primera Gran Guerra que una batalla del siglo XXI; con las trincheras apenas acondicionadas, completamente embarradas y lloviendo a cantaros en plena noche. Aun así, con los cuerpos exhaustos por el cansancio y la tensión del día, encontraron los soldados rusos medio dormitando, tapados con unos plásticos negros.

Fueron un blanco fácil para los asaltantes ucranianos, logrando una victoria rápida, aunque sin heroicidad ni honor alguno. Más que una batalla ganada les pareció una alucinación. Habían entrado en las trincheras por cuatro sitios, según la táctica diseñada y ordenada por el mando, pero sin tener claro si lo que hacían daría resultado o se trataba de un suicidio.

Ahora las trincheras estaban llenas de cadáveres, salpicados como mojones en un suelo encharcado que por momentos se iba cubriendo de rojo. El silencio, con el término de los disparos, era atronador; presionaba los oídos y llenaba de angustia los cuerpos.

_ ¡No hay tiempo que perder! –gritó el teniente- Sacar los cuerpos de las trincheras hacia el lado del frente y revisar las armas y la munición disponible. En cualquier momento pueden iniciar la contraofensiva.

<<Hay que aguantar hasta que lleguen de la retaguardia y podamos organizar una buena defensa de la posición. Ahora sólo somos los ocho del comando de ataque.

Los cuarenta minutos que trascurrieron hasta el primer obús ruso les pareció como si estuviesen contemplando a cámara lenta los relojes de Dalí. Se derretía el tiempo y ellos mismos y el espacio también se distorsionaba haciendo que la trinchera cada vez se percibiera más angosta y profunda.

Después les atronó una segunda explosión, próxima a su posición, y a continuación una salva de al menos ocho o nueve más, con mayor precisión, que mordieron los bordes de las trincheras, haciendo saltar barro, piedras y metralla.

Los hermanos Yure y Andriy se apretaron contra la pared más protegida, fundiéndose en uno sólo para sobrellevar aquella lluvia de plomo y fuego que percibían eterna.

_Disponer las armas cuantos podías, esto sólo ha sido para asustarnos. En breve nos asaltarán. Hay que resistir porque están llegando los refuerzos _gritó de nuevo con todas sus ganas el teniente.

Al incorporarse Yure vio como la sangre empapaba el costado de su hermano y el gesto de dolor y pánico que mostraba. Le entresacó la ropa y comprobó el desgarro de la metralla en el lateral de su cuerpo; feo y sangrando. Cortó una de las perneras de su pantalón y le taponó la herida indicándole que presionara con su mano.

_No te esfuerces, he tenido mala suerte. Prepara tu arma y toma los dos cargadores que aún me quedan. ¡Tienes que luchar sin tregua y salvarte!

_Tú aprieta la herida y resiste. ¿Qué harías si yo muriera?

_Si tú murieras yo también querría morirme.

_Ya, pero resulta que yo no quiero morirme y tú tampoco. De forma que aprieta los dientes y la mano sobre la herida.

_Yo no saldré de esta, si no son los rusos será esta metralla la que me desangre poco a poco.

Yure comprendió que su hermano no sólo estaba aterrorizado como él, sino que estaba por tirar la toalla. Tenía que echar mano de algún enganche potente para atraerlo de nuevo a las ganas de vivir.

_ ¡Andriy no me toques los huevos con la que está cayendo! Nosotros no vamos a morir en esta trinchera porque tenemos una razón para vivir.

_ Ya me contarás qué razón cuenta en estos momentos.

_ Cuenta la que decidimos al terminar la facultad. Que nos dedicaríamos a enseñar filosofía a los jóvenes para que terminasen siendo buenas personas antes que ninguna otra cosa.

<<Hemos leído juntos bastantes veces a Viktor Frankl y siempre hemos estado de acuerdo con él cuando cita a Nietzsche diciendo que: quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo vivir. ¿Recuerdas?

_ Eso está muy bien cuando no estás atrapado en una trinchera, después de haber ajusticiado a un montón de jóvenes tan inocentes como nosotros. Me acuerdo más de Camus que de Viktor.

Su hermano reaccionaba, aunque fuese levemente, al estímulo filosófico. Un punto más y se volvería a enchufar de nuevo.

_ Ahora toca decidir seguir vivos y te recuerdo de nuevo a Viktor: Las decisiones, no las condiciones, determinan quiénes somos.

<< ¡Escucha, escucha!!! Esos cañonazos que nos empiezan a sobrevolar en dirección a los rusos es nuestra artillería. ¡Apriétate la herida mamón, que tenemos que enseñar filosofía!!