Por DGLS/na 2016
Antes de hablar de las teorías que nos ayudarán a entender/comprender/influir el sistema-modelo de acción social del que nos serviremos cuando trabajemos con métodos cualitativos, en este artículo haré algunos apuntes y digresiones sobre la importancia de la teoría, los sistemas y los modelos. Tres conceptos fundamentales en toda labor científica.
Quienes son poco amantes de la teoría (siempre con prisas por ir a la práctica) tienen poco recorrido como científicos. Puede que lleguen a tener conocimientos, incluso algunos sean buenos técnicos en su campo, pero no tendrán el carácter ni las posibilidades óptimas para hacer ciencia. Es una gran pena la calamitosa formación recibida en nuestras escuelas, institutos y universidades, salvando escasas y honrosas excepciones. El modelo de enseñanza (que no de aprendizaje) adoleció y sigue adoleciendo de pedagogía escolástica (el que sabe –autoridad– enseña al ignorante lo que hay que enseñar) y de epistemología positivista (lo que enseña el que sabe es objetivo, real). De esta lamentable combinación y de la idolatría por la tecnología (por la aplicación práctica y rentable de los conocimientos a corto plazo), lo que ha prevalecido en nuestra formación es una ideología (cosmovisión al modo que señala U. Eco) de la ciencia escasa de filosofías, de pensamiento crítico, de transducción (más allá de la inducción y la deducción), con una gran minusvaloración de la teoría. ¡Déjate de filosofías!, o ¡no me vengas con teorías! son las máximas de quienes no comprenden la necesidad y la trascendencia de la teoría para conocer, comprender o transformar las cosas. ¡Cómo vamos a tener grandes científicos si en nuestras escuelas y universidades no aprendemos a amar la teoría!
Estaría bien que en algún momento de los largos años de escolarización, desde secundaria hasta los estudios de doctorado, se dedicase un curso a ver, debatir, y reflexionar sobre dos textos que ayudan a entender qué es ciencia y cómo se construye: Teoría de las revoluciones científicas y La ciencia en acción
Cuando un botánico estudia una planta, o un ingeniero el proceso productivo de una fábrica, un entrenador de fútbol el juego del equipo contrario, o un psicólogo a un paciente, en cierta forma, en su operar científico, los cuatro hacen lo mismo; tratan de entender un sistema (un todo integrado por partes, estructuradas de una determinada manera, que se relacionan produciendo efectos). Y la posibilidad de entendimiento depende de las teorías que dispongan. Imaginemos al psicólogo tratando de resolver los problemas de la fábrica o al ingeniero intentando ayudar al paciente
En cada uno de los cuatro casos se parte de algún modelo teórico relativo al objeto de estudio, ya sea el sistema pluricelular de un vegetal, el sistema organizativo y procesual de la fábrica, el sistema de juego que define al equipo contrario, o el sistema psíquico del paciente.
Cuestión aparte es que no todos los entrenadores tengan en la cabeza el mismo modelo sobre qué es un sistema de juego, o que distintos psicólogos tengan modelos diferentes sobre el psiquismo humano. Lo que importa retener es que su trabajo sería poco efectivo si no contasen con algún modelo del sistema que les ocupa como profesionales.
El médico se ocupa del paciente teniendo en mente algún modelo de lo que es el paciente como sistema integrado por otros subsistemas: respiratorio, digestivo, endocrino, inmunológico, etc. Y lo mismo hacen los estudiosos del cambio climático; parten de un modelo explicativo del sistema climático, sea cual sea su modelo.
“La teoría decide lo que podemos observar” -A. Einstein-
Y de los marcos disponibles –Goffman–
Las acciones sociales de tomar el postre al final de las comidas, de bailar en las bodas, de llorar en los entierros, o de ponerse a conversar cuando nos encontramos con los amigos (tomar, bailar, llorar, conversar), se pueden ver con el denominador común de constituir sistemas de comportamiento característicos de una sociedad determinada. Sistemas que podemos esquematizar con algún modelo explicativo.
Y naturalmente, ninguno de los modelos que necesitemos se encuentra en la naturaleza, como algo dado. Todos serán modelos simbólicos (realidades de segundo orden –Waztlawick-), teóricos (basados en teorías y enfoques), y nos servimos de ellos para elaborar, construir simbólicamente, explicaciones de cómo funciona esto o aquello. El modelo que posibilita una mejor explicación de algo (fenómeno, conducta, situación…) es el modelo óptimo, hasta que consigamos construir otro más explicativo.
Los modelos pueden ser de carácter isomórfico u homomórfico (Staffor Beer) según se refieran de modo digital o analógico al fenómeno de estudio.
Si lo que nos interesa y ocupa, lo que queremos entender, influir o resolver, son cuestiones como la forma de tomar decisiones en una Organización, la manera de trabajar coordinadamente un grupo, o cuáles son los procesos que influyen las conductas autodestructivas, en todos estos casos diversas teorías nos proveerán de ingredientes para construir algún modelo sobre estos tres tipos de sistemas: la toma de decisiones, el trabajo grupal y las conductas autodestructivas.
Pero, ¿y qué es un sistema? ¿Y un modelo? La respuesta a estos interrogantes la podemos sofisticar mucho o dejarla apenas pespunteada, para que podamos entendernos mínimamente y poder seguir avanzando. Así, quien sea sistémico en su formación teórica pues ya sabe más de lo que podríamos llegar a explicarle, y quien sea poco partidario del enfoque sistémico no tendrá grandes motivos para enfadarse por que utilicemos estos términos en vez de otros que quizá también podrían servir. Y a quién apenas tenga formación le puede servir para animarse e ir cogiendo referencias de cosas que convendría que fuera estudiando cuando vaya pudiendo.
Una empresa automovilística es un sistema, a su vez estructurado por otros subsistemas como pueden ser el de investigación, el de finanzas, el productivo, el comercial, etc. Y para que el todo que articula la empresa cumpla con sus fines (obtener beneficios) es preciso que los subsistemas se relacionen exitosamente. Luego un sistema podemos decir que es un todo, integrado por partes que se relacionan entre sí, de tal forma que puede cumplir algún fin preciso. Más sencillo imposible, aunque quienes se interesen por esto que decimos conviene que con tranquilidad vayan ocupándose de estudiar sobre Teoría General de Sistemas (Bertalanffy). Más que una teoría estricta se trata, a la vez, de una metateoría (una teoría de teorías), que después puede facilitar el diseño de modelos en muy variados campos: física, biología, economía, pedagogía, sociología, psicología, organización del trabajo, intervención social, promoción de la salud, etc.
En el caso de que quisiéramos investigar, planificar, intervenir de algún modo o gestionar en su conjunto dicha empresa, ya que es compleja y extensa, con subsistemas ubicados de forma dispersa en el espacio, para empezar, nos vendría muy bien tener algunos modelos sobre el sistema en su conjunto o sobre los subsistemas, o sub-subsistemas, que integran el todo. Por ejemplo, de cuáles son sus partes fundamentales y de cómo se relacionan entre sí, y para esto un modelo útil y siempre a mano podría ser un organigrama de la empresa, aunque sea demasiado esquemático, rígido y formal. También nos sería muy útil disponer de un modelo cibernético que nos diera cuenta de cómo es el sistema de información y control de tan compleja organización. Luego modelo es alguna representación esquemática o simplificada de un sistema, cuestión que puede ser representada en un gráfico o que puede formularse matemáticamente en una ecuación.
Todo esto viene a cuento de que si de lo que nos vamos a ocupar es de la acción social, ya sea del día a día de una comunidad concreta, de la práctica profesional de directivos tomando decisiones, o de las formas de juego de unos niños (en definitiva nos vamos a ocupar de sistemas de acción social), entonces será muy útil disponer de teorías apropiadas para este tipo de objeto (la acción social), pues aunque el sentido común ayuda (si se dispone en buenas dosis), normalmente no es suficiente para hacer análisis, explicaciones o propuestas de carácter científico.
Con el auxilio de las teorías construiremos, en cada caso, algún modelo que nos ayude a investigar, planificar o intervenir para entender o influir en la acción social que nos esté ocupando y/o preocupando en cada momento.
“Vemos a través de nuestros paradigmas”
-T.S. Kuhn-
Como estamos tan acostumbrado a (no) pensar que la realidad es algo evidente, que se nos presenta como naturaleza, como algo preexistente a nosotros, que es una y no más (como si no hubiera realidad de primer y de segundo orden, como venimos postulando de acuerdo con Watzlawick), llegamos a creer que las cosas son, sin más mediaciones, lo que vemos, oímos o tocamos con nuestros ojos, oídos o dedos, como si estos nos transmitieran fielmente lo que hay fuera de nosotros. No es fácil admitir que a partir de la vista lo único que podemos hacer es percibir sensaciones fotónicas, pero que la acción de observar implica la operación de interpretar lo que percibimos (asignar significación: significado y sentido), lo que a su vez depende de nuestra ecuación personal y del contexto espacio-temporal en el que vemos.
Si percibimos que se caen poco a poco las hojas de un árbol en un jardín, en función de nuestra experiencia y de las teorías que tengamos al respecto (por ejemplo de si es de hoja perenne o caduca…) y del contexto temporal (que sea primavera u otoño) podemos, aun viendo en todo caso lo mismo, hacer distintas observaciones, tal como que el árbol está cumpliendo con normalidad su ciclo biológico (porque es de hoja caduca y comienza el otoño), o que lo que ocurre es que tiene algún parásito u hongo (porque es de hoja perenne y sólo estamos al final de la primavera).
Vemos y observamos con nuestras teorías (sobre qué es hoja perenne o caduca), con nuestra experiencia (de jardineros novatos o experimentados), con nuestra ideología (nuestra cosmovisión de la naturaleza, los árboles) y con nuestra emoción (amamos o nos resultan indiferentes los árboles). Vemos y observamos con lo que somos como totalidad en el momento de mirar algún objeto, y en esa acción el ojo no tiene más función que la instrumental. Como la puede tener un microscopio o un telescopio. Pero no por mirar a través de cualquiera de esos dos instrumentos vemos/observamos nada preciso. Sólo veremos/observaremos un determinado tipo de bacterias o de supernova si disponemos de teorías y experiencia como microbiólogos o astrónomos. Otros lo más que podrían decir es: “veo algo”: Ve, porque no es ciego, pero no puede observar, porque la falta de teoría lo convierte en ciego.
Antes de entrar de lleno en plantear un modelo sobre la acción social, que es de los que nos ocuparemos al investigar, planificar, intervenir, o gestionar, cojamos práctica sobre como enfocamos la construcción y el uso de los modelos. Y para esta práctica vamos a ocuparnos de algo motivador a través de un modelo homomórfico.
A todos interesa la salud, la vitalidad, la intensidad vital con la que somos capaces de vivir (incluso en los momentos que tengamos alguna enfermedad), y aunque sea muy común hablar e interesarse por ello, casi nunca intentamos ver nuestra salud como un sistema, ni buscamos un esquema que haga de modelo de tan importante sistema. Pues bien, para ir introduciendo esto de los sistemas y sus modelos vamos a proponer un sistema que explique nuestra vitalidad, y lo vamos a hacer con un modelo matemático. No hay nada mejor que disponer de un modelo matemático expresado en una formula o en una ecuación. En el caso que nos ocupa, nuestro modelo para explicar la intensidad vital, la salud (personal, familiar, de una Organización), va a ser la ecuación que nos propone una ley de la electrodinámica, la ley de Ohm.
Para jugar a esto de los modelos (modelar sistemas), por la necesidad creativa que requiere, hay que poner la imaginación a bailar, y para ello nada más útil que asociar ideas y teorías de un campo de conocimiento con otro, por lejanos que parezcan. Hay que usar cuanto se pueda las analogías, las metáforas.
Hay que poner en juego una competencia genérica decisiva para la creatividad e innovación: El saber relacional